Irremediablemente Siempre

sábado, 31 de diciembre de 2005

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Hurtando oscuridad.

Algunas las guardaba, tal y cómo las adquiría, las hacía un bollo, y las metía en una de sus valijas. Otras las plegaba hasta que prácticamente desaparecían, otras las cortaba y las volvía a coser, a otras les hacía el amor, con otras hacía vestidos, algunas las lavaba y se envolvía en ellas, algunas otras las colgaba. Plegadas, colgadas, planchadas, abiertas, cerradas, contra la devoción por tales no podía luchar. Intentaba no caer en la rendición que le provocaban, intentaba mirar hacia otro lado, pero las ventanas gritaban su nombre.
Un día yendo al trabajo, vio una ventana, y tuvo la necesidad absurda de ir e intentar entrar para poder llevarselas. Un anciano abrió la puerta, dijo que vendía libros. El viejo no titubeó, y le ofreció pasar, sentarse en una sala lugubre, vasta, y oscura, y algo para tomar.

:- Un café estaría bien, si no es mucha molestia.

:- Por supuesto que no, ya vuelvo.

Y cuando el viejo volvió, la sala estaba llena de luz, se veían las partículas de polvo volar, la puerta estaba entreabierta, todo estaba en su lugar, sólo faltaban... las cortinas.