Irremediablemente Siempre

lunes, 28 de agosto de 2006

3
Lo posible.

No lo abandones, aunque esté demasiado muerto no lo abandones. Quitale la corona de flores de la cabeza, el maquillaje del rostro, las manos del pecho. Arrancalo de la comodidad de un féretro, de su memoria de velorio, de los transeúntes en llanto.
Y si aún así no abre sus ojos, no lo abandones. Arrebatale las cenizas, el dolor y el pasto fresco del recuerdo.
La muerte ya no tiene clientes, hasta los autos que la trasportaban se despojaron de sus vidrios y permitieron al aire desflorado adueñarse de sus largas colas ceremoniosas pronunciando a tiempo el último pésame.
La muerte hoy no tiene clientes, hay dos paraguas colgando de donde nunca antes habían colgado, nuestros pasos son uno solo y vemos que el cielo nos sonríe sobriamente con una boca tan blanca como la luna misma, contrastando su luminosidad con el posible universo.
 
jueves, 10 de agosto de 2006

3
Del amor.

IX
"Hago todo lo que puedo por parecer seco. Quiero imponer silencio a mi corazón, que piensa tener que decir muchas cosas. Cuando creo haber anotado una verdad, tiemblo siempre por si no escribí más que un suspiro."

"Del amor". Stendhal (Henri Beyle).

Un capítulo entero tan conciso y apropiado.
 
viernes, 4 de agosto de 2006

4
El tiempo que nos quitaba el tiempo mismo.

Nos miraban; por encima de los hombros nos miraban. Con asco quizás, con odio, con vergüenza, envidiosos.
Nos miraban, con tanta fijeza y escudriño. Absortos ante tanto lirismo, ante nuestras formas encadenadas, nuestra cadencia. Deseaban nuestros besos, los abrazos y el abrigo. Pero eramos uno, imposible el desparpajo, y frente a la parafernalia de copas y sonrisas fútilmente esbozadas, nos estabamos amando. Amabamos el tiempo que nos quitaba el tiempo mismo, la opacidad de los espejos reflejando nuestra transparencia, la cercanía de las manos y los labios, la torpeza del retozo primero. Y eran tantos esos hombros y tantos más los ojos, que nos lavaban lo impropio.
El pecado no existía, ni la promesa, ni la vida eterna. Eramos nosotros, simplemente nosotros mismos: eso, bastaba.