Irremediablemente Siempre

domingo, 10 de agosto de 2008

1”
Como nadar...

Los días pasan con un aroma estrepitoso a muerte. El mundo se cierne sobre mis hombros y cargo con la melancolía de saber que no hay tal cosa como la certeza durante esta vida.
Los hombres miran con desacierto; algunos niños rien en las plazas mientras otros se lamentan en sus cunas por no saber todavía quienes son, serán, ni qué les deparará el camino.
Las mujeres se sientan en sus cocinas a ver la televisión y a configurar una lista interminable de supermercado, y yo observo todo aquello como una pintura, con más o menos errores, de la rutina litúrgica que a todos nos toca seguir completando con la inercia misma del tiempo que nos atrapa entre los huesos y bajo el papel de regalo en que se convierte nuestra piel.
Algunas tardes la gente se muere y la noche se postra con dulce rencor en los ojos de quienes la ven pasar, una y otra vez. El cielo también se muere y vuelve a nacer frente al circo que fomentamos con cada vana respiración. Cada cierre y apertura de un mañana nuevo, que nunca deja de ser el interminable ahora.
Pero estamos vivos.