Irremediablemente Siempre

martes, 22 de enero de 2008

2
Epifanía

Y sí, podría beberme una copa de amargura y otra de fe, lamer tus lágrimas, probar tu hastío.
Podría también engendrar un tiempo nuevo, sin heridas, sin mar, sin oscuridad; invitarte a mi cuarto inmaculado donde somos los de siempre, tan hermosos y trasnparentes como la sed misma.
La culpa no existe, no hay polvo bajo las alfombras, todo reluce, somos únicos y nuevos.
Y a cada instante nos imaginamos, nos creamos, nos estancamos en ese abismo de perfección y vacío que es la vida, y nos extrañamos mucho por haber decidido compartirla.
Tenernos es mucho más que el roce de nuestra piel, que es una sola y es nuestra. Te llevo conmigo adonde voy, adonde no voy, en donde me quedo y en donde dejo de estar. Estás, y ya. No hay más nada que nosotros, y el "pronto" que la eternidad no deja de entonar como un himno, es también el jamás, el siempre y el todavía. Es todo, y no termina. Nunca empieza a terminar. El final no existe como otra cosa más que como una ilusión de final. Ya no te vas, ni yo me quedo.