Irremediablemente Siempre

jueves, 19 de octubre de 2006

6
Próximo.

Somos engendrados en la sangre; los árboles caminan sobre nuestra cabeza de tierra, hasta que las raices se plantan y nos llenan el cuerpo. Salen por nuestros pies y nos dejan absortos y quietos antes de que podamos correr.
Y nuestras manos de mar ondean cuando el viento las empapela.
Somos tuyos y propios; y en el vientre llevamos canciones, poesía y savia.
Se sufre la eternidad y lo grandioso de estar entregado.
Los muertos van de prisa, llenos de luz y de espanto.
Nos compra la tentación al aburrimiento, se nos suprimen los placeres, se nos corroe el deseo.
Es cuando me mirás, con esa luz titubeante que te alumbra el rostro y me lanza a la certeza.
 
lunes, 28 de agosto de 2006

3
Lo posible.

No lo abandones, aunque esté demasiado muerto no lo abandones. Quitale la corona de flores de la cabeza, el maquillaje del rostro, las manos del pecho. Arrancalo de la comodidad de un féretro, de su memoria de velorio, de los transeúntes en llanto.
Y si aún así no abre sus ojos, no lo abandones. Arrebatale las cenizas, el dolor y el pasto fresco del recuerdo.
La muerte ya no tiene clientes, hasta los autos que la trasportaban se despojaron de sus vidrios y permitieron al aire desflorado adueñarse de sus largas colas ceremoniosas pronunciando a tiempo el último pésame.
La muerte hoy no tiene clientes, hay dos paraguas colgando de donde nunca antes habían colgado, nuestros pasos son uno solo y vemos que el cielo nos sonríe sobriamente con una boca tan blanca como la luna misma, contrastando su luminosidad con el posible universo.
 
jueves, 10 de agosto de 2006

3
Del amor.

IX
"Hago todo lo que puedo por parecer seco. Quiero imponer silencio a mi corazón, que piensa tener que decir muchas cosas. Cuando creo haber anotado una verdad, tiemblo siempre por si no escribí más que un suspiro."

"Del amor". Stendhal (Henri Beyle).

Un capítulo entero tan conciso y apropiado.
 
viernes, 4 de agosto de 2006

4
El tiempo que nos quitaba el tiempo mismo.

Nos miraban; por encima de los hombros nos miraban. Con asco quizás, con odio, con vergüenza, envidiosos.
Nos miraban, con tanta fijeza y escudriño. Absortos ante tanto lirismo, ante nuestras formas encadenadas, nuestra cadencia. Deseaban nuestros besos, los abrazos y el abrigo. Pero eramos uno, imposible el desparpajo, y frente a la parafernalia de copas y sonrisas fútilmente esbozadas, nos estabamos amando. Amabamos el tiempo que nos quitaba el tiempo mismo, la opacidad de los espejos reflejando nuestra transparencia, la cercanía de las manos y los labios, la torpeza del retozo primero. Y eran tantos esos hombros y tantos más los ojos, que nos lavaban lo impropio.
El pecado no existía, ni la promesa, ni la vida eterna. Eramos nosotros, simplemente nosotros mismos: eso, bastaba.
 
martes, 13 de junio de 2006

1”
La muerte de lo gestado.

Por la avenida principal el hombre bajo hasta el río.
Se sacó las zapatillas, y caminó por el pasto, y olió las flores, como si renaciera de una muerte longeva. Miró con detenida certeza por última vez el mundo.
Se quitó la remera y se echó en el suelo y respiró el calor del sol, y estornudó, y lloró, pero ya no abrió los ojos.
Y allí, inmanentemente adormecido, se relajó aunque le dolían el alma y las manos. Y dejó de ser, y simplemente pensó que su existencia tirada en el verde no valía nada.
¿Por qué huimos y de qué?
En un sobresalto magnífico pero todavía en la quietud, el hombre se divisó como hombre. Y encontró en sus adentros la razón de vivir, pero aún quería morir. Se apagaron los murmullos, el clamor, el sonido de las copas de los árboles amadas por el viento, la marea, las moscas, los aromas se extinguieron, las flores, el hedor de la mugre, su propio olor, ya no sintió su cuerpo, y no hubo tacto, estaba desligado, sin hilos ni ataduras, sólo el remordimiento y saber que su instinto de conservación ya no tenía vigencia.
No quería salir de ese estado atónito de simbiosis con la primera madre. Porque sabía que si lo hacía, tendría que quitarse la vida.
Así que allí se quedó.
Muerto en vida, tirado en el pasto, rodeado de vida, pero emanando el desgano. Y pronto todo lo que lo rodeaba murió con él y en él. Más que su cuerpo, murió su visión del mundo.
 
jueves, 8 de junio de 2006

0
Pedidos de eternidad.

Los lugares a los que suelo ir, nunca están ahí.
Los busco, los reprimo, y me abandonan.
Una especie de extraña adicción se hace cargo de mis acciones.
Zamarreo los conceptos que me han sido otorgados.
Descreo de las mesas y los vasos, y hasta de los sifones de soda que piden a gritos silenciosos que ya me calle.
Me ajeno del mundo.
Me voy.
No siento lo que debiera.
Me deprimo absurdamente sin razones.
Y te busco.
Vuelvo a pedirte que no me ignores, que me sientas, que me abraces, que embraces, que me ayudes a persignarme ante mis formas de actuar.
Te ruego que me beses, me desnudes, me ates y me hagas lo que quieras, drogame, maltratame, pero quedate conmigo.
Caigo en la esperanza de que solo una parte así sea.
Escondo lo que pienso para que no me desencriptes y no veas que los lugares viven abandonandome, para que así no me abandones vos tampoco como lo hace todo lo que me rodea, quizás porque lo permito, o lo deseo.
Es desear con la carne, el alma y los huesos que me desees como te deseo, que no me permitas marchar.
Es que ya lo sé. Pido demasiado, deseo demasiado, en vano, pero eso es lo único que me mantiene en pie. Desear, querer, pedir, soñar.
Ahora que sabes todo esto, no me dejes, no me dejen. Y como siempre ya no puedo dejar de pedir.
 
sábado, 3 de junio de 2006

3
Un motivo nunca es demasiado.

La amargura.

Un motivo nunca es demasiado. La otra parte del asunto puede abrirse. Tu motivo nunca alcanza. Se necesita un consenso. Como las respuestas a las preguntas, o las preguntas que son respuestas. Como el chorrito de vino en la salsa, o el beso antes de dormir. Como la energía para hacer o dejar de hacer. Como nosotros, como tu presencia. Ya no voy a enumerar cosas que complementen a otras, o quizás lo esté haciendo sin notarlo. Quizás soy un constante devenir, una insoportable idea de ida y vuelta.
Verte contra esa pared, resguardandote de mi imagen, de yo como el anticristo, de mi persona como algo indeseado, tirandote hacia atrás como alguien que teme a algo. Inquirir y recibir las respuestas como algo automático y prefigurado.
Nunca quise tal cosa.
Pero querer no es poder. Y un motivo nunca es demasiado.
 
viernes, 19 de mayo de 2006

0
New entrance.

Una revolución entre los tiempos, un cambio de lo sensorial.
El interminable ocio por los aromas, las texturas y los labios. La insaciable pena que nos auna y nos exime. Regurgitan las pasiones, reverberan las pupilas en las noches marginales; cuentan relatos oblicuos, enriquecidos en vista de lo explícito. Un artificio insomne, una fantasía vana, un deseo incolumne. La mitigación de los inconcretos oníricos. La experiencia transmitida esencialmente y sublime. La ciencia de las obras desligadas de las aplicaciones. Una técnicas reflejadas en unas manos indeterminadas. El trabajo absolutista de los gestos, las paradojas que reflexionan indispensablemente sobre los gritos críticos de los escapes. Un tálamo profundo, húmedo y azul, la indiscresión perfecta reconocida en unas risas. Las maneras absurdas que tiene la vida de reestructurarnos y reencontrarnos de nuevo, nuevos, despiertos, con las ganas y el sangrado empeño por sobrevivir a nosotros mismos.
 
martes, 9 de mayo de 2006

3
Nos hará.

Llevame con vos, aunque no esté ahí, llevame a donde vayas, a los sitios bienamados, y a los horrendos parajes donde preferirías no tener existencia. Llevame para que las causalidades te acompañen, llevame como te llevo.
Dame un lugar en esa vida lejana a la mía, en esos lugares que nunca pisé, nunca vi, que no existen en mi mundo, dejame ser parte de lo que me es ajeno. Apropiate de mi idea, de la idea de mí. Dibujame como te parezca y forja mi existencia en tus días y noches, en cualquier momento, espacio o tiempo. Creame, y deshaceme entre tus manos, pensame como algo único, como algo que no tiene fin, ni comienzo simplemente que porque nunca lo tocaste, sostuviste o miraste. Creeme cuando te digo, que yo lo voy a hacer, voy a darte un tiempo, un espacio, un alma, una existencia etérea y magnífica, una existencia sublime, y con un pedazo de mi ser, voy a darte ojos y lengua, voy a ofrecerte existir en mi mundo, ser parte de él, revolverlo, probarlo, amarlo y la simbiosis nos hará.