Irremediablemente Siempre

jueves, 8 de junio de 2006

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Pedidos de eternidad.

Los lugares a los que suelo ir, nunca están ahí.
Los busco, los reprimo, y me abandonan.
Una especie de extraña adicción se hace cargo de mis acciones.
Zamarreo los conceptos que me han sido otorgados.
Descreo de las mesas y los vasos, y hasta de los sifones de soda que piden a gritos silenciosos que ya me calle.
Me ajeno del mundo.
Me voy.
No siento lo que debiera.
Me deprimo absurdamente sin razones.
Y te busco.
Vuelvo a pedirte que no me ignores, que me sientas, que me abraces, que embraces, que me ayudes a persignarme ante mis formas de actuar.
Te ruego que me beses, me desnudes, me ates y me hagas lo que quieras, drogame, maltratame, pero quedate conmigo.
Caigo en la esperanza de que solo una parte así sea.
Escondo lo que pienso para que no me desencriptes y no veas que los lugares viven abandonandome, para que así no me abandones vos tampoco como lo hace todo lo que me rodea, quizás porque lo permito, o lo deseo.
Es desear con la carne, el alma y los huesos que me desees como te deseo, que no me permitas marchar.
Es que ya lo sé. Pido demasiado, deseo demasiado, en vano, pero eso es lo único que me mantiene en pie. Desear, querer, pedir, soñar.
Ahora que sabes todo esto, no me dejes, no me dejen. Y como siempre ya no puedo dejar de pedir.
 

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